En la mente
de un niño
quedó impreso
el momento
en que la casa ardía
incendiada de voces
junto al mar de un domingo
en el norte de la isla:
una terraza
de losetas partidas
y hierbajos acoge
a ese niño que juega
a las palas con otro
niño desconocido.
El eco de la bola
golpeada con furor
resuena entre las voces
que llegan desde dentro:
las voces de los padres,
las voces de las madres.
Resuena todavía
en la mente
de un niño
que ya casi no existe
lo que entonces sonaba
en la mente del mar.
(Garachico, hacia 1980)
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